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Copa Confederaciones en Libia: Uruguay 2do premiado como 3ero

Expediente Secreto #6 En el 2009 la selección vivió una semana fuera de lo común. Hoteles de lujo, el hijo de Gadafi, y 40 mil dólares que volvieron repartidos en cuatro valijas.

Uruguay había sido vicecampeón de América en 2008, en la Eliminatoria realizada en nuestro país. Al año siguiente Libia, el campeón africano, organiza la Copa de las Confederaciones, torneo que contaba con la anuencia de FIFA y que reunía a un representativo de cada continente. Como Brasil desistió de participar de la competencia, por Conmebol termina siendo invitada la selección celeste.

Tampoco España (el 1 de Europa) se hizo presente en el evento, por lo que el torneo lo disputaron cinco países en sistema de todos contra todos. Corría octubre de 2009, y el calendario coincidía con la Libertadores Zona Sur de Argentina, lo que impidió a Uruguay llevar a los jugadores de Nacional, que eran no menos de cinco en caso de estar disponibles. De todos modos, la selección alineó a un muy buen equipo con Custodio, Blankleider, Andrés D’Alessandro, Catardo, Abelleira, Baptista, entre otros, bajo la dirección técnica de Gustavo Sánchez, quien simultáneamente era el DT tricolor, pero que sí viajó a Libia (El PF Martín Garrido dirigió a Nacional en la Copa).

De este modo la representación uruguaya encaraba esta aventura con base en Trípoli, la capital libanesa, un país gobernado desde hacía cuarenta años por el dictador Muamar Gadafi. Para las delegaciones extranjeras, cualquier situación conflictiva que viviera el país en aquel momento, era ajena al desarrollo del torneo. Los planteles se alojaron en un suntuoso y exclusivo hotel con vista al mar, y una fuerte guardia de seguridad. Tan férrea era la misma que cada vez que entraban y salían del recinto, jugadores y oficiales eran revisados para ver qué llevaban dentro de los bolsos y mochilas. En cuanto a infraestructura, el torneo tampoco se quedaba atrás. Los partidos se jugaban en el Trípoli Gran Sport Hall, un impactante gimnasio para 10.000 personas con instalaciones de primerísimo nivel. Lo de Uruguay en cancha estuvo dentro de lo esperado. Un debut con goleada 11-1 a Islas Salomón; derrota 4-2 ante el campeón asiático Irán; triunfo 3-2 sobre Libia, y derrota en la hora 4-3 contra Guatemala. Más allá de los arbitrajes escandalosos de los últimos dos partidos -según recuerdan los muchachos de aquel plantel- estos resultados dejaron al equipo celeste en la segunda posición, igualado en puntos con la selección local.

Aquí comienza lo singular de la historia. Pese a que Uruguay tenía mejor diferencia de goles y debía ser premiado como segundo de la Copa de las Confederaciones, la organización (encabezada por uno de los hijos de Gadafi), decidió que todos los ítems habituales para desempatar fueran salteados hasta llegar al “Fair Play”, lo que le permitía a Libia hacerse de la segunda posición. Contra esto, no hubo reclamo posible. Incluso el vicepresidente de la Confederación Africana de Fútbol, que hacía las veces de veedor del torneo, le dijo a los dirigentes uruguayos que eso “tenía que quedar así”, ya que era importante para el pueblo libanés el logro del vicecampeonato. Mismo los jugadores de Irán, después de ser coronados como primeros, se sorprendieron en medio de la ceremonia al ver subir a los africanos al segundo escalón del podio y no a Uruguay.

Recreo en Trípoli: Baptista, Blankleider, Abelleira y Pastoriza.

“Había que acatar. No quedaba más remedio. Me lo comunicaron en un salón donde estaba reunida toda la diplomacia árabe. Fue un segundo puesto camuflado. Por lo menos nos pudimos venir, además de con las medallas de bronce, con los 40.000 dólares, que era el premio que estaba previsto para el vicecampeón”. Así lo cuenta Kevor Kouyoumdjian, presidente del futsal uruguayo de aquel entonces.

Los antecedentes no eran los mejores como para andar discutiendo mucho. Un año antes la selección Argentina había ido a jugar un par de amistosos a Libia, ganando los dos encuentros. Como los popes de la federación local no habían quedado conformes, armaron rápidamente un nuevo amistoso, que los argentinos no estaban dispuestos a jugar, pero que nos les quedó otra porque les retuvieron los pasaportes. Ese tercer juego terminó en empate, pero no fue suficiente para Libia, que quería ganar a como dé lugar, y obligó a un cuarto partido. Al día siguiente, a pesar que se impuso la Albiceleste, finalmente la delegación fue “liberada” para volver a su país.

Lo positivo entonces, la recompensa monetaria, un premio inédito para un deporte amateur de la AUF, aunque su entrega fue de un modo poco convencional: “Me llevaron a una sala contigua en el hotel que era puro lujo – reseña Kevor – adornada con muchos jarrones y mesas con filetes de oro. Ahí un hombre saca un maletín y me da los 40.000 dólares en efectivo. Yo decía estamos todos locos acá. ¿Cómo los voy a llevar? Y bueno… tuvimos que repartirlos un faco cada uno con el Pato Lasalvia, que era el delegado, con el técnico y no me acuerdo quién más. Porque hicimos escala en Marruecos, después Madrid, y de ahí para Montevideo”.

La delegación tuvo sus breves momentos para conocer algo de Trípoli. Una recorrida por una zona que había sido bombardeada, donde Gadafi tenía una de sus tantas casas, y donde los jugadores pudieron sacarse varias fotos. También se encontraron distintas estatuas del “Líder de la Revolución”, una bastante llamativa, en la que estaba agarrando en su mano un avión norteamericano.

Dos años después, todos saben como terminó la historia. Desatada la Guerra Civil, los grupos opositores apoyados por la intervención militar de la OTAN, derrocaron al Gadafi y a su régimen. Más allá de cuestiones políticas, el desarrollo del futsal en el país, uno de los principales productores de petróleo del mundo, fue notorio durante ese tiempo, convirtiéndolo en el segundo deporte. Hoy por hoy, abril del 2024, Libia es uno de los diez equipos que pelea por los tres cupos de clasificación al Mundial de Uzbekistán por África.

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